lunes, 21 de septiembre de 2009

INDIO MUERTO


INDIO MUERTO



Cierta vez de algún tiempo escuche al cineasta mexicano Emilio “ El indio “ Fernández decir mientras le daba un trago a su tequila: A mí que me den por indio muerto y que vayan y que chinguen a su madre ¡..

En este mundo donde las discriminaciones sociales son cada vez más rudas ya no te basta ser de ojos azules, acudir a un gim ni estar apoderado de los medios de comunicación. Tampoco basta una cultura de nivel, ni educación absoluta.

Los seres que resultaron de la conquista española resultaron a la postre individuos que aún conservan su dosis de sangre en sus colmillos.

Es entonces que los gobiernos convertidos en los dirigentes y los destinos de las personas, deciden primero ocupar posiciones en donde el primer interés es ganar mucho dinero y obtener óptimos dividendos.

Los indígenas en México, son rezagados de tal manera que inclusive sus mismos compatriotas les dan lo más duro que se puede.

Se les puede ver en un rezago que no se como no nos puede dar pena ver a nuestra raza en una situación que ya es inhumana. Por un lado actúan los indiferentes, esos que tiene comprado todo y todo pueden adquirir. Por el otro están los depredadores, y los que estafan. Una suerte de demonios que se complacen en extorsionar al ciudadano decente.

En México no existen las garantías que toda persona debe tener. El estado de derecho nunca se ve, La justicia social ni sus luces. La ley que priva es el atropello,una burocracia de huevones, banqueros saqueadores, y si cabe la expresión políticos de mierda.

Por eso y por muchas otras cosas más, intento buscar mi gorra de dormir y me instalo en los mundos de sueño del éter.

Descubro en esa esquina de uno de esos barrios vejetes una casa que por unos momentos descubro que no es la casa de mi abuela. Carajo¡ si siempre la sueño. El caso está que esta es distinta. Tiene unas paredes de amarillo ocre y unas ventanas con unos vitrales con figuras de faisanes.

Se que es una casa de los años 30 , y que en esta casa debió vivir algún español que se vino huyendo de la guerra. De esos hispanos que hasta los que quedan hicieron una aportación importante al mundo de la cultura nacional.

La casa está vacía, no hay muebles , es probable que alguno haya entrado y saqueado lo que pudo. Cuanto buitre volando por en mundo. Cuanto bicho rastrero, y cuanto hijo e puta pulula por doquier.

Las paredes , en sus partes altas tienen hongos que otorga la húmedad. Incluso se pueden percibir los olores. Miro las cochinillas. Es entonces que me inclino y atrapo una. Esta al saberse presa se hace bolita y la agarro como canica y chiras pelas.

Descubro un gato café, desaliñado, que no tiene el mayor interés en sacarse las lagañas. Esta echado buscando un rayo de sol.
De pronto se aparece Ofelia Guilmaín, la veo ahí detrás del vidrio del ventanal. Me acercó con las precauciones del caso, pués se que Ofelia ya no es de este mundo. Ofelia comienza a recitar a Lorca. Y a otro que se llamaba Pedro Garfias.

Por otra ventana descubro al bigotes de gato de Paco Taibo, como le va Don gato culto, le digo y él me muestra una receta de comida asturiana.

En otra ventana casi sin luz veo la cara de enano de Blanca Nieves ; es Germán Dehesa. Con un gorrito con borla, y sus lentes de John, me dice casi en silencio que si sigo leyéndo sus columnas. Le digo que no tengo pal periódico . Mi vida es una ruina, la realidad la mando a la gaber palindrómicamente hablando.

También se encuentra entre estos a Mario Ardila, ahí está vestido de negro como siempre le gustaba, tocando bambucos colombianos y joropos de por allá.
Y ahí, justamente ahí la cara bonachona de Carlos Díaz “ Caíto”, Qué pasó Caíto , le digo nos echamos una de Lara, o de Eduardo Auté?.

Fumando un cigarro inexistente, sujetado por mis labios, una mujer que se parece mucho mucho a Dalilá, me entrega un trapo con húmedad, me dice que debo de limpiar las paredes de esa casa.
Aceptando sus consejos, pero mentándole la madre en baja voz. Trepó una escalera a la que le falta el segundo travesaño. Subo con el trapo en la mano y procedo a limpiar por áreas la gran pared. Veo como el hongo se queda en la tela y la luz del amarillo nuevamente vuelve a proceder.
Después entra mi madre. Pero ya no es la misma. Ahora su cuerpo es como de un esqueleto, pero aun conserva sus mismos ojos, sus mismos destellos de luz. Se acerca a un radio y lo enciende, el radio emite una luz roja y sale por la bocina de su boca algún pujido de Agustín Lara: //Poniendo la mano sobre el corazón, quisiera decirte al compás de un son…

Cuando terminé mis faenas de limpieza a fondo, salgo de la casa y pretendo husmear entre las realidades de la gente viva.

Hay una nota que me inquieta: Dice un analista del Universal que en la ciudad Juárez en el estado de Chihuahua, y en este país de cucurucho, un hombre es asaltado, lo despojan de dinero y de su tarjeta para sortear las aguas turbias en la zona fronteriza. Tiempo después la casa del mismo señor es robada, los malandrines lo buscan y le dicen que de ahora en adelante deberá pagar a las causas tres mil pesos mensuales . De no hacerlo te cortaremos la cabeza. No es una película es la realidad de espanto en la República de México. Ahí está la realidad dura, con informaciones escalofriantes.

Así que cierro la ventana de la percepción y me dirijo con mi trapo a limpiar unos pisos de mármol.
Me encuentro en el 73. Miro a la gente que se apresura a entrar a la sala del Palacio de Bellas Artes. Por allá camina el maestro escenógrafo Antonio López Mancera y más allá ingiriendo un café con su peinado para atrás a Amalia Hernández. Incorporo mi humanidad al interior del lugar y una orquesta de cuerdas del estado israelí interpretan música de Donizetti.
Una soprano utiliza sus cuerdas y emite sonorizaciones que ingresan a el alma de quién la escucha.

Afuera, recargado en un pilar me encuentro con Claudio Obregón, busco la suerte de hablar y me dice que no es Obregón, que él es Carlos Ancira. Y eso es mentira yo conocí al maestro Ancira y no se parece a Obregón.

Con el trapo en la mano, tallo el suelo, miro mi cara. Es entonces que surge una sombra, es la sombra del hambre, busca mi hombro y me pide algún sustento. Le repondo al hambre que mi estómago tampoco ha comido. Yo soy el hambre me volvió a decir…
21 septiembre de 2009
Original de Alfredo Arrieta Ortega.
Nec spe, nec metu.
Para elpueblodetierra.
Para elpueblodeletras.
Estados Unidos Mexicanos.