sábado, 26 de septiembre de 2009

LIBRO


LIBRO


Cuando la húmedad arrecia descubre que ya no hay remedios comprados en ninguna parte que puedan aliviar esa tos de perro. Incluso intentó ponerse un collar de limones como aquél perro firulaís que alguna vez le vendieron.
Firulais llegó en ese momento en que
se encontraba preciso de caricias. Sabía que solo lo animales son fieles, las personas dijo valen pura chingada. Nomás te ven jodido y comienzan las malas caras, las jetas por todas partes.

Primero le plantó dos lamidas en la cara, y luego le mostró su gozo por haberlo conocido. Es por esos detalles pensó que por eso, los vagabundos siempre se acompañan de canes: igual de pobres que ellos.

Procedió a calentar en un pocillo como tres cuartos de litro, luego rascó en un deposito para recuperar alguna cucharada de azúcar. Intentó recrearse en la tv, y vino a descubrir que el medio de antaño se había convertido en una cloaca colosal. En menos de diez minutos te habían vendido de todo: Desde ungüentos para la grasa, toallas femeninas, antigripales, carros nuevos, pomadas pa las hemorroides, alimentos bajos en azúcares ideas salvadoras, medicinas que rejuvenecen, aparatos de gimnasia, tarjetas telefónicas, pastillas para que se te pare la verga, discos chatarra , apoyos por todas partes, soluciones inmediatas, democracia, justicia social y hasta estado de derecho.

Cayó vencido al mismo tiempo que la lluvia causaba estragos en la república maltratada.
Subia un puente cuando de momento se apareció una sombra. Era un individuo peli rojo. Entraron al piso superior de este, un aire de ventarrón les azotó los cabellos. Le mostró un página del periódico reciente, pues la fecha señalaba el día de hoy. Ahí decía que un cantante estrenaba un nuevo disco. El pelo rojo tomó la hoja y la lanzo al vació. Pasó un pájaro y en acción de rapidez tomó la hoja con sus garras y desapareció.

El hombre pecoso comenzó a reír y le dijiste que no importaba que esa noticia ya se encontraba en tu memoria y no había nada que pudiera borrarla.

Bajo el puente para encontrarse con un sitio de lluvia. Se podían ver las piedras de un río cubiertas de verde. La tierra de ese sitio era negra. Subió lo mejor que pudo y sus zapatos dejaban plasmadas las huellas de su paso.

Buscó con insistencia al pájaro, y el muy severo, se refugió en otra loma.

Al llegar a lo alto lo primero que miró fue a un hombre que vendia revistas y periódicos. Le preguntaste por el cantante y como respuesta te entregó un libro de caricaturas en donde el pato Donald regañaba a Hugo y a Paco. Se sentó para hojear con más paciencia el libro blanco y miró con contento que las letras de sus canciones preferidas se hacían acompañar por dibujitos de Walt.

Bajó para dirigirse a un lugar que él conociera. A su paso se encontró con un viejo que tocaba el violín, era una especie de danza que suelen tocar en los pueblos purépechas de México.
Entro a una casa como aquellas que se construyeron en el siglo pasado en Valle de Bravo, de las casas pueblerinas claro. Enfrente de esta vivía un pintor que ya falleció.

En su interior se encontraban diez personas. Se sentó en un taburete con el propósito de leer su libro blanco. En esa situación estaba cuando una niña vestida de azul y con moños en los moños se acercó para mirar de reojo su libro. Se entusiasmó tanto que llamó a su mamá. La mujer como de 40 años se acercó y quedó complacida por su libro. Entonces fue que él le recitó unas palabras donde se hablaba de un río. La mujer que tal vez se llamara Sonia, insistió para comprarle el ejemplar. El la miró con gusto y le dijo que se lo regalaría. La mujer se alegró y el lenguaje de su cara se transformó en alegría.

Cuando le estaba entregando el libro. Una mano delgada arrebató el texto y como eran diez y acaso más , nadie se dio cuenta a quién pertenecía esa mano escuálida.
La mujer se apenó y la niña lloró con mucha intensidad. Buscó una solución y el se quedó callado, sabía que cada vez que tenia un logro, llegaba la maldad y hacia de las suyas.
Se abrió una puerta y se encontró con un hombre que era el esposo de la mujer. El señor llamaba Héctor, pues al verlo le dijo por su apelativo, y además ya lo conocía porque trabajo con el en el sector comercio. Este Héctor era uno de esos niños bien que se decía actuario. En cuanto tuvo una oportunidad de ascender en el puesto, traicionó por supuesto a sus iguales.

Después de explicarle lo que había pasado la mujer depositó en sus manos una cantidad de dinero que no supo de cuanto se trataba. Héctor con sus lentes de oro salió por la misma puerta . Buscó en todos lugares y dos horas más tarde volvió con ellos. Les dijo que se había tardado porque no encontraba el libro. La única editorial que lo tenía era una que se llamaba El Fondo de Cultura, y que para adquirirlo debía hablar con un licenciado que se llama Miguel de Lamadrid . Les dijo telefónicamente que el lic Miguel ya no era el director de ese lugar. La voz desagradable de quién estaba atrás de la línea le comentó que si no estab el lic , no habria venta.

Unos señores con el tipo de albañiles le dijeron que ese tipo de lecturas las podría encontrar en el barrio de Tristán Narvaja y supo que se encontraba en problemas porque ese barrio se encuentra en Montevideo y él esta en algún sueño mexicano.

Pero no le importó porque los hubo de conseguir . En un portal miró los libros , preguntó por los de portada blanca y el sexagenario le dijo que solo tenia de pasta azul subido. Es lo mismo ñor .Pagó por ellos y se subió a un pájaro que bien lo cargaba.

Le entregó el libro y la mujer le pregunto sobre el precio. El esposo le dijo que salieron caritos, pero que no importaba el dinero. Se había logrado el propósito de que este buen señor tuviera su libro, y mi hija y tú también lo tuvieran.

Se despidieron de él de mano y todo. Al salir la niña tuvo un descuido y el libro se fue a una alcantarilla. No pudieron recuperarlo porque abajo el torrente era abundante y como si de un barco se tratara el libro se fue a navegar..

Alguien de los que estaban le avisó y salió preocupado. Miro las caras de esas personas. Sin decir más les entregó su paquete de hojas.

La mujer entro nuevamente en calamidad, le preguntó si tenía algo de tiempo y lo invitó a caminar por una calle de Chimalistac. Platicaron de lo difícil que es hacerse de un libro. La niña respondió y eso que la gente no tiene la costumbre de leer. Se detuvieron en un portón que en su parte derecha tenía una aldaba de un señor que escupía fuego. La mujer toco levemente y a los instantes del tiempo una monja les invitó al lugar. Deben de haber sido como las dos de la mañana. Suplico por un baño y unas manos le indicaron cual era la puerta. Entró aparentando calma pero la verdad era que se estaba meando. Cerró, bajó el cierre de su pantalón , se sacó el viril y orinó con tanto gusto…

Al salir después de lavarse la manos se encontró que la mujer, el esposo y la niña se habían marchado. La monja le deposito en sus manos un cheque al portador por diez mil pesos nacionales.

Salió a buscarles pero sus almas ya estaban por allá o por acullá . Se dio a la tarea de saber más y penetró a una casa que estaba en venta. Era muy grande y tenía un ventanal de más de veinte metros. Quien la vendía le decía que gangas como esa no encontraría nunca. Es que el ventanal es tan grande. Si mire usted, los vidrios son de un espesor que los ruidos de la calle no se escuchan. ¿Ve aquel señor que levanta la mano y ladra como perro’’?. No se escucha. Ve. El parecía estar absorto porque detrás de los cristales cientos de abejas intentaban penetrar y se estrellaban en su intento.

Al estar en la calle se subió a una bicicleta que alguien dejó. Justo atrás venia un cabrón que parecía rebelde sin causa. Tambien venia en una motora. Los dos recorrieron la calle de piedra, pero lo curioso era que a pesar de traer una maquina de poder, de más caballos nunca intentó rebasarle. Venia escuchando música heavy . Le hacia señas para que quitara su ruido y él ensimismado en su porquería miraba para otro lado.

Hizo un alto en su camino, y miró a un joven mujer de 22. Ella entró a un iglesia . Bajo de la biciclais y entró al santo lugar. La mujer se sentó en la bancas delanteras y el se quedó parado confundido en la multitud , de hambrientos de la palabras de Dios.

La mujer giró su cara y en su mirada descubrió que le decía cógeme. El como era casto se hizo el disimulado.

La oración termino y al salir sin que lo pensara, pasó rápidamente un señor con aspecto de amante de lo ajeno. Y era un ladrón de bicicletas ¡ Pinche Vitorio ¡ . Caray se dijo. Hasta en los sueños hay gente que roba. No puede ser.

El caco, se subió a la bicicleta y a la velocidad del pedo sin olor se perdió calles arriba….

Original de Alfredo Arrieta
Para elpueblodetierra.
Para el pueblodeletras.
Nec spe, nec metu.
Estados Unidos Mexicanos.