domingo, 30 de agosto de 2009

ASTRAL



ASTRAL




Los sueños son siempre vagos e indecisos y eso lo sé porque nunca he podido llevar un orden de ellos, una secuencia donde pueda saber él como controlarlos. Eso no sucede, siempre son un disparate, me voy en ellos como en una especie de navegación sin rumbo, vago en esas neblinas absurdas, de ríos de sangre, de árboles cortados, que en realidad son dos piernas y manos . Miro gatos por doquier, retratos del pasado, me involucro en ellos, hombres vestidos con ropajes del oriente, sonidos de Pakistán, resplandores rojos , pájaros sobre mi cabeza, y sobre todo en mi cerebro pululan canciones, esas canciones que siempre me han acompañado, desde aquellas estúpidas del pasado , hasta las mejor elaboradas.

Y miro mujeres dispuestas, bellas, de cabellos negros que cuando los vatos locos me ven con ellas las adulan, y miro sus caderas bamboleantes y bebo un vino barato, en un vaso barato.

Esos sueños son sólo recuerdos amargos que se recrean a través de las lenguas rojas o viles, de labios bermellones y labios carnosos.

Ahora estoy en esta soledad de frío y sueño, mi pena es casi negra y no me libero porque estoy preso, y cuando caigo preso de mi cama y de mi almohada negra , la pena me embarga pero me sobrepongo porque soy un adulador del lenguaje y lo digo y lo digo, aunque el frío me cale y mis manos se pongan moradas y lilas.


Ayer en la bruma del sueño de marzo o de abril, escucho nuevamente un piano que es tocado por unas manos huesudas y cuyo cuerpo corresponde a un pianista catalán que le dicen Burrul. Y allí está con una enorme nariz de Cyrano, es un mago del teclado. Me mira y me mira con unos profundos ojos negros,más allá, una luna negra expande sus rayos lumínicos por todos los lugares posibles.

Sin que lo note, se acerca a mí Sinatra,coloca un brazo sobre mi espalda y en un gesto de amistad , y eso que nunca lo conocí, entona una canción que habla del mar. Burrul sigue tocando y se puede escuchar que a sus notas les dá claramente un sonido muy cercano al jazz. Frank termina de cantar y se aparta a una especie de tobogán que lanza destellos por la luna negra. Me dice boy y me acerco, los dos vemos el abismo y sin miedo alguno nos lanzamos sin más. Es frenético el viaje y bajamos como a doscientos cincuenta y cuatro metros por segundo. La voz va cantándo nuevamente New York en un idioma que no entiendo pero seguimos bajando. Casi al llegar al fin de ese hoyo, Sinatra logra entonar a la perfección que puede dar la técnica el New York-New York y salimos disparados al universo y volamos sin necesidad de aparatos sofisticados,ni paracaídas de nylon, se despide de mí y los dos extendemos nuestros brazos. El hacia el norte y yo al occidente hacia los rumbos del pueblo vasco .

Es placentero dormir metido entre esas sábanas que bordó alguna máquina del libanés. Y estoy sólo entre los desiertos , solo me acompañan algunas lagartijas que chispean sus ojos y a lo lejos escucho algunos instrumentos orientales. Me dirijo entre esas dunas y pensando en mi Santa oración, y lo hago para no perderme y tal vez morir sediento, de algún rastro seco, o picado por alguna víbora maldita que espera clavarme sus colmillos. Ando con la precaución debida pero no logro salvarme , porque de momento me siento embarrado por viscosas manos que emergen entre las arenas doradas, salen muchas manos y me tocan y me embarran,pero las libro .

Me sigue el sueño de los tiempos perdidos, fumo un cigarro y los humos se esparcen, estoy silencio, pienso en una zamba y la voz de Daniel, me dirijo entonces a las habitaciones perdidas del sueño, me interno por los cañaverales y los cielos azules.

Allá está una mujer tuerta que es una imagen perfecta de la vulgaridad, le grita al marido pusilánime que es un bueno para nada, y eso lo sé porque el Salvador me lo platicó, ella le decía sin pudor alguno a su nada de marido, a su Gutiérrez que ni siquiera para el sexo estaba echo. Así que se buscó un veracruzano de los meros negros de por allá. Este pillo se dedicó a la tuerta, la conoció hace unos quince años y la tuerta no estaba tan mal de cuerpo . Salvador decía que a lo mejor lo que estaba pagando era unas cuentas a Dios. Porque la tuerta salía a la calle e insultaba a todos, a las mujeres que se topaban con ella les gritaba, les decía de todo, de putas y caras chuecas no las bajaba. Pero Dios que todo lo ve, y lo veía, decidió pagarle a la sin ojo que le daría una sopa de su propio chocolate .

Primero le fue torciendo la boca , se le quedó así después de que salío del vapor con el moreno, su placer se vió truncado cuando comenzó a sentir que su cara se ponía chueca. Todo esto le fue acarreando el odio, se le podía percibir en todas las expresiones que tomara. Después en una riña de perdidas, otra más cabrona le clavó un chuchillo en su ojo izquierdo y se lo extirpó. La tuerta se dedicó al vicio, de todo le hacía, y como su marido el pusilánime no le cumplía en la cama, pués inventaba todas las argucias posibles. Se escapaba con el veracruzano que según las rameras del barrio poseía un pene de más de 28 centímetros, y lo demás ya se sabe, que si por raza los negros son más dotados que los noruegos, que si por esta razón o la otra, el caso es que este negro de Tlacotalpan tenía sus maneras de convencer a la tuerta, y sin trabajar .

Pero no todo acaba en el sueño, la canción o las palabras, el mundo nos da suficientes penas como para dejar de soslayarlas, los golpes se suman uno a uno, nuestros cuerpos dan señales de moretones por todos lados, solos los acaudalados de City Bank son capaces de gastar dólares e incluso dar subsios a las vacas en Suiza. Solo el pobre se arrastra en su canto y su alma, descansa en sus tristezas y miro la muerte del bobo , la mirada de agradecimiento de los gatos , la vida dura de las mulas.

Alla en los horizontes del sueño sin marihuana ni escocés, descubrí un pasado empañado por los tumores en mi cerebro, subo a mi caballo imaginario , lo insto a que corra entre las praderas , entre los trigos que se mecen hacia atrás de 1972.

Esa historia es como se sintetiza la ambición humana, la que más desprecio, la de los buitres negros. Ellos volaban por la avenida revolución y esa tarde dieron cuenta de todo. De mis hígados, de todo. Llegaron en sendos camiones que nunca ví.

Mi hermano se encontraba parado como una sombra de la noche en la esquina de Claudio Arciniega . Allí estaba en una especie de espanto. Lo miré, y le pregunté que carajos hacía en la calle a las tres de la mañana. Su respuesta fue precisa; saquearon todo. Los buitres, las aves. Tomé una antorcha de papel periódico y caminé con esa luz de fuego con esos humos eternos .

Revisé los cuartos. Primero la sala y descubrí el desorden de las cosas. Se apreciaba la prisa por llevarse todo. Después los cuadros, los hilados de Consuelo, sus jarrones blancos . Se llevaron los helechos, los retratos de mi abuelo el militar. También los centenarios de oro, la ropa de mi abuela, su reloj Haste, sus capas verdes, y sus blusas de bolitas blancas. Esas peinetas que ella usaba, sus pantunflas usadas. Arrasaron con los platos y sus muñecas, su manojo de llaves y sus josefitas de las orejas.

No estaba acostumbrado a llorar para no demostrar la pena. Subimos al tranvía y fuimos a comentar lo sucedido. Las luces de neón nos golpeaban cara a cara. Por la dos de abril cruzamos un parque, tocamos en la casa de Esperanza y nos recibió sin mostrar preocupación alguna .
A la mañana siguiente no pendía ningún cuadro familiar en la pared pistache .
Mi abuela no lo supo que sus cosas fueron dispersadas, en la manos de los que se conforman con bienes baratos .

Ahora en la sombra de la nada, en lo singular de los sueños pasados le hablé por teléfono a mi papá para pedirle que me comprara una guitarra, me dijo que más tarde iría y efectivamente llegó y al explicarle en sí lo que yo deseaba me entregó doscientos pesos. Se los llevé a Toño Meléndez y me entregó una bella y hermosa guitarra madrileña. Llegó a su manos debido a que hubo un embargo y los posedores no tuvieron más suerte que entregar sus cosas.

Tenía esta guitarra, un trapo de franela , un capo y un juego de cuerdas extras de nylon . También un artefacto para amplificar los sonidos . Mi guitarra querida, lo único que me compró mi padre.
Con ella aprendí los primeros acordes, los pasos a seguir , lo empírico en mí . Recuerdo que la primera canción que supe fue una de Leonardo Fabio un compositor de la Argentina : “ Hoy la ví, fue casualidad. Yo estaba en el bar y la miré al pasar. Yo le sonreí y le quiso hablar, me pidió que no que otra vez será ” .


4 de abril de 2006.
Original de Alfredo Arrieta Ortega.
Nec spen nec metu