domingo, 30 de agosto de 2009

LOS GUSANOS DE LA PIERNA


LOS GUSANOS DE LA PIERNA


No sé bien, ni de que manera, pero ese cuerpo se encontraba putrefacto debido a las constantes muertes que había tenido. Ni él mismo lo sabía a ciencia cierta. Pero una vez fue muerto a puñaladas por un tipo malevo, que sin más ni más le clavó semejante puñal en la parte más débil del corazón. La segunda muerte fue más afortunada. Le dieron doce balas en la nuca. Pero eso a decir verdad las merecía porque semejante cabrón se había ganado a ley que el Jorge decidiera seguirlo una noche de junio, de esas noches que hace un frío de perros,¿ porqué debe de ser precisamente de perros?, esa noche de junio hacía un frío de gatos...

Jorge se levantó aquella vez con el pie izquierdo, pués era zurdo, ¿ A los que pisan con el pie izquierdo se les dice zurdos?. No lo sé, pero el caso que esa noche, Jorge cruzó las calles más tenebrosas de la colonia Pensil, que es una zona situada entre la avenida Legaria y Lago Chiem. Jorge cruzó sin prisa, fumando un cigarro de aquellos que guardó en 1970 y que se llamaban baronet, su tabaco estaba podrido, pero él lo fumaba a placer, le sabía a pasto, pero la cuestión era la de echar humo, auque fuera humo de hace treinta y cinco años. Jorge miraba a las gentes que pasaban indiferentes, sudorosas y asqueadas de la vida, porque la vida en ciertos momentos te llega a dar asco. Y no por lo que le haya pasado sino por todo lo que ha ido procesando su cerebro. Cuando atravesó la pequeña calle un individuo bastante sucio y barbado, con una boina y su borlita, se le acercó y le dijo : ¡ pinche Jorge ya te llevó la chingada ¡ . al mismo momento que le introducía el feroz cuchillo. Y así lo hizo una vez, dos veces, tres. Hasta que jorge solo emitía sonidos pequeños.
Alguien lo levantó, debió ser la divina providencia, que dicen se aparece cuando más se le necesita, es como un paramédico oportuno que cuando estás muriendo, llega y te da ánimos y hasta consuelo.
Lo llevó a un lugar parecido a la casa de Marilin Manson que debe de ser dantesco, sin aparatos grabadores, ni música, ni pianos, ni la más mínima comodidad. Entró con Jorge cargándolo a manera de esa estatua de Miguel Ángel que se llama la piedad.

Sus brazos estaban caídos, y mostraban a través de su camisa unos tatuajes de seres horribles y otros con señas de explosiones atómicas. Lo depositó en un camastro que cada vez que Jorge se movía, este rechinaba y rechinaba. Quedó sumido en un profundo sopor, y de momento se encontró que de su pierna apareció un gusano de color violeta. Aparecía por entre su piel una y otra vez. Jorge lo vió y se quedó mudo, no acertaba que hacer. Divina Providencia, divina providencia ayúdame, sálvame, quitame estos horribles bichos. Los gusanos ya se habían establecido en todo su cuerpo. Lo comían con gusto, le daba tamañas tarascadas, y si tuvieran dientes ya se lo hubieran acabado. Jorge veía sus pies desaparecer paulatinamente comido por esos gusanos malditos, mientras la divina providencia se hacía un tecito de anis, lo servía en su tacita de plata y miraba atenta que a Jorge ya le faltaban el dedo gordo y el meñique.
Y es que Jorge era un matón, que por dos mil pesos, estudiaba tu expediente, y tazaba tu vida. Si por ejemplo el futuro muerto era importante le subía un poco más a la tonalidad del dinero. Si el futuro muerto era europeo pués les cobraba en euros. Al último que se escabechó era un dirigente del revolucionario institucional. Lo siguió como era su oficio y al bajar Don chingón la escalinata, le cerrajó varios disparos en su impecable camisa blanca. Ya debía muchas vidas, era el que surtía de carne fresca al camposanto, Casi cada mes aparecía en los diarios, y cuando se mencionaba que eran ajuste de cuentas, todas eran tareas del pinche Jorge. Pero a toda capillita le llega su misa de difuntitos y Jorge no tenía por que ser la excepción.

La divina Porvidencia, tomó su anís caliente y en tono de paz amable miraba que los gusanos seguían en ese festín de odio, Jorge ya no sentía dolor pero contemplaba con cierto desconcierto como sus piernas se iba borrando, como si alguien usara una goma de un lápiz, y él fuera un dibujo expuesto. Le dijo a la divina providencia que lo ayudara en verdad, que ya lo quitara de ese sufrimiento. No podía soportar lo podrido, la sangre maloliente y ver sobre todo a los pinches gusanos devorar su cuerpo de Dios.

La divina providencia con cara de Manson, se levantó y despacito le acaricio su pelo chino, casi con amor le dijo:¿ Querido Jorge en verdad queréis que te ayude a bien morir , que te quite de este sufrimiento?, Jorge asintio y apenas murmuró, La divina extrajo una bella arma de esas de calibre grande, la colocó en su manos de hueso , besó al próximo difunto y le dio precisamente doce balas en la nuca.

Original de Alfredo Arrieta Ortega.
Nec spe, nec metu