domingo, 30 de agosto de 2009

SOY MI PROPIO AMIGO


SOY MI PROPIO AMIGO



Aquí nacen las leyendas, aquí se destruyen los ídolos, para que otros se encaramen a las estrellas.
Aquí se endulzan los oídos y se pueden escuchar los pájaros.
Aquí es dónde el hombre puede demostrar lo que vale, o lo que desea valer. ¿ Qué se puede hacer para lograr la gloria y ser artesano de esta propia extensión?, inunda la garganta hasta llenarme de gusto.

Estas palabras la repetía mi amigo, que vivían al lado de su abuela.
Era adolescente aún, sin más oficio que intentar rascar las empolvadas cuerdas de la guitarra.
No ansiaba ser niño cantante con aptitudes gimnásticas; como se estila ahora, sino que esperaba demostrar al mundo y a él mismo que ser artista no significaba verse por televisión, aullar en “ la pantera”, o vender aacetatos comerciales.
La concepción de mi amigo, era profunda, más humana, pero sin probabiñidades de triunfo, sin compañas publicitarias y sin fiestas.
Salió a Revolución con Toño, rumbo al nunca olvidado San Juan de Letrán, y se introdujo sin el protocolo del boleto al recinto de las expresiones musicales.

Sin lugar apartado contempló con ojos de asombro el rpimero de cientos de espectáculos que llegaría a ver con el tiempo, se magnificó y quedó encantado al escuchar el universo español de Antonio Machado en la voz y la guitarra de un juglar flaco; todos se daban a la tarea de apaudir. A los viejos les emocionaba la función y los arreglos que no tienen madre de Ricard Miralles Izquierdo.
El encanto se rompíó para que mi joven amigo se convirtiera en un hombre como cualquiera y regersara a su casa de cuartos en chorizo a platicar esa experienciaa las ratas, se recostó en el catrecito de hule espuma y arrancó suficientes satisfacciones a l sueño.

En el ciclo-otoño-invierno, el gran Toño volvió a invitar a mi amigo a esa porfiriana sala de espectáculos, sólo que ahora en plan de simple trabajador, sin plaza otorgada por Educación, sin contrato, ni papel de por medio y con un sueldo de 25 pesos de los que si valían.

Cambió su monotonía de luchar con las tardes, dándoles por sedante cuatro horas de telenovelas, por los mármoles fríos de Bellas Artes, por las cortinas de treciopelo y por el telón de los volcanes.
Como la vida lo coloca a uno de visita en cualquier sitio, mi amigo no renegaba, andaba siempre con lo puesto. Asimismo comprendió que la razón poderosa del hambre y las ganas de comer cultura, lo obligaron a vestir de filipina, andaba siempre confiado porque su ropaje era la piel chinita de su incipiente ansiedad por compartir las paredes inpregnadas de ecos.

Ofrecía al selecto, al respetable, en los momentos de intermedio, chocolates, y refrescos de cola, cogñacs y vodkas tonics.

Una ocasión mi amigo se molestó por el comentario de una cotorra de las que acomodan a la gente, al escucharla decir que era un simple dulcero; candy man- de lujo. Mi amigo no dijo nada pero sus sueños de llegar arriba ( al escenario ), se vieron extremadamente lejos, a muchos kilómetros.
Mi amigo por las tardes del lapso 75, se dirigía a las calles del Salvador a comprar materia prima, para transitar por los pasillos deoslados, brillosos para contemplar su cara y esperar solemnemente las 8:30 hrs P.M.
A pesar de que odiaba a los gringos era feliz mi amigo, porque los tranzaba a gusto sin que los queridos primos se percataran de su habilidad para regresar de menos los cambios.
Además ni se fijaban, estaban entretenidos con los jarabes y bailongos de Amalia.

Una mañana de domingo después del desayuno, mi joven amigo se llevó la sorpresa de su vida,y quedar fuera del fructífero negocio. Y así como llegó un día con la esperanza de pisar el tablado, quedó de patitas en la calle.

La tarima la pisó y vió al frente las butacas forradas de piel de camello ( esto es una mentira que leyó mi amigo ),sólo que estas se encontraban vacías, sin almas. Pero no importaba ellos estaban ahí, podía ver la cara del señor compacido, las canas de esa señora respetable, los gestos adustos de aquel tipo, el aburrrimiento de ese niño.

No le decía a nadie lo que etaba pensando dirían los tramoyistas que estaba loco.

Quién vende dulces y alcoholes no puede ser aspirante a este piso magnífico, mágico, dónde el artista se la rifa de todas todas, y es elegido por los dioses.
Dejó mi amigo disimulado y con pena el recinto al cual se había acostumbrado y agradecería que las experiencias por él vividas no consentiría que se esfumaran.


Y sucedió que a los años de mi amigo recibió la buena nueva por boca de otro amigo, de una invitación para integrarse al canto y difundir las obras selectas de los compositores distinguidos.

Y por las paradojas y los juegos de la vida, con todo y smoking regresó al elefante blanco un solo día, sin la pesada y plástica filipina, sin la necesidad de vender el dulce y ofrecer bebidas preparadas.

Tal vez mi amigo mostró una satisfacción interior al descorrer el telón y comprobar que los asientos de camello se rellenaban de gentes auténticas de carne y hueso.

La formación calló un momento, Mateos levantó la mano y las voces del Orfeón se embarraban de luneta a galería y entre ellas la más satisfecha era la voz de mi joven amigo.


25 de septiembre de 1983.

Alfredo Arrieta Ortega.

México.

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