sábado, 29 de agosto de 2009


LOS ENANOS

Todos tenemos etiquetas en la frente).



Solo falta un lapso, un simple minuto, un poco de espera, para desatarnos a la violencia, a la rebelión de la ideas.
El hombre es un ser convertido a lo común, trasformado en un tornillo de máquina xerox.
Por ejemplo, somos conducidos por donde otros quieren, al son de su marimba bailamos.
Desfilamos cuando quieren, ssufragamos cual corderos, tenemos la televisión que merecemos, somos pobres porque queremos, no aprendemos por enanos.


¿Pero quienes son ellos?, de alguna raza habrán de ser, trescientos millonarios, ochenta millones de aplanados.
Nunca los he visto en el metropolitano, a juzgar por la apariencia de los conformados con su suerte
Quisera descubrir sus turbiedades, escudriñar entre lo oscuro, y comprobar la habilidad de estos fulanos para que el cordero alce la vista y apruebe la guillotina.
Y no logro acertar porque trago sus frijoles enlatados, me calzo sus zapatos manufacturados en serie; acepto pués sus dictados.

Estas manos no producen en secreto, leo sus libros de texto, compro muy poco con su dinero.

Cada quién porta su etiqueta, yo por ejemplo, para entendernos, estoy catalogado como un don nadie entre las multitudes, sin embargo mi carnet de identidad me fortalece.
Es un papelete contundente.
Fulano de tal, dice la voz de mi conciencia, nacido en tierra tal.
Así que no soy nadie, soy un número primo, un signo, un guión, alguna coma, una fotografía.

Y si mato, y si robo, enseguida dan conmigo, me pueden torturar, jalar los pelos, sacar la sopa.
Por eso soy bien portado, nunca leo nada que pueda distorsionar mis puritanas ideas.
Un día, mis tristes ojos y no es mentira, observaron hacia lo ancho de la calle, una rebelión de inconformados- contrarios al gobierno republicano.
Procedí a la huída, aún cierto que sus reclamos eran los míos.
Soy un hombre contento, tengo zapatos viejos, ropas de otros años.
Es bien cierto que en el planeta sobreviven los más capaces, el obrero usa el martillo made in Campos Hermanos, se embarra de aceites y aditivos, no usa mum el desgraciado.
Su líder, su conductor sagrado, ordeña su salario en aras de la causa, del sindicato charro; la caja chica desaparece, robada por alguna mano.

Todos tenemos etiquetas en la frente: el avorazado es un ladrón, el ladrón un miserable, el miserable, un pobre. El pobre es un humano, el dueño de los botones de oro, es honrado y recto; el recto la terminación del culo...



10 de julio de 1988.

Alfredo Arrieta Ortega.

México.

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