sábado, 29 de agosto de 2009

EL BAUL



EL BAÚL



Todo comenzó esa fría manaña de octubre en que decidí acudir a la cita con el destino. Tomé por Bucareli, cercano al reloj chino, y entré a aquél cuartucho horrible. Su interior se encontraba maltratado por el tiempo. De sus paredes colgaban unos cuadros de unos abuelos de no sé quién. Él con sus cabellos blancos y sus bigotes porfirianos mostraban quién era el que mandaba. Ella, la abuela de no sé quién , tenía en su mirada una quietud que molesta.

Hube de sentarme sobre una pila de periódicos de otros años. Por ejemplo ese que muestra una fotografía de un tal Goyo Cárdenas que resulto ser un asesino que terminó sus estudios de abogado. O aquél otro que te dice los horrores de la guerra de Vietnam.
Mis manos llegaron al baúl y con sumo cuidado traté de abrirlo, era la memoria de todos los que habíamos nacido hasta ese tiempo. Estaba por ejemplo la vida cotidiana de un pastor, un soldado, la muerte de un romano , una afanadora de hospital, un herrero y hasta un funcionario público.
Todo estaba guardado con un celo. Con minuciosidad, busqué cualquier cosa, el baúl como te dije tenía de todo. Si quería saber sobre la la pátina de caca de palomas en el edificio de enfrente, lo encontraba y ya. Si deseaba saber sobre los saltos de una pulga, ahí mismo lo tenía. Que me interesaba el aroma de un jazmín, eso mismo tenía. O si el maullido de un gato, quizá hasta lo escuchaba, las uñas mugrosas de un mecánico, los árboles talados, la mueca de una gitana, el párpado cerrado. Busqué y busqué, hasta toparme con la historia de uno mismo, desde que flotaba en el éter, hasta los mismos sueños aletargado, de cómo caminaba bajo la pertinaz polvareda. De el humo de las fábricas, de la lluvia ácida.
Más adelante, recargado en la parte trasera del baúl, encontré unos añejos discos de Alberto Cortéz, que se quedaron allí para no despertar. A quién le puede importar que en esos contenidos se encuentre la historia de Yaco el herrero, o que las migitas de ternura se encuentren esparcidas por esos rincones del baúl.
Saqué también una imagen de un niño de trece años, recostado, dormido en drogas, sobre la banqueta, llevaba unos pantalones amarrados con un mecate, su dorso se encontraba desnudo, además de un sueter amarrado en su cabeza. También encontré la imagen de un licenciado en administración, arrastrando un carrito de ruedas y ofreciendo libros que nadie quiere comprar. Un hombre moreno, barbado, bañándose en el chorro de agua del acueducto de Sevilla- Chapultepec, se tallaba el cuerpo con un jabón barato y a la vista de todos mostraba su pene erguido.

Todo tiene ese baúl : desde un pianoPetrof, a la orquesta Sinfónica, de la conciencia dormida, hasta el insulto agrio, la agresión nocturna, al Doctor Shivago, desde el político loco y merolico, hasta el ladrón audaz.
En este baúl todo cabe, desde la memoria de un pueblo, hasta el acto despiadado, los ejércitos de hambrientos, hasta la ironía fina. Los recuerdos de mi abuela, los diplomas gastados. Los huesos de mi padre, sus gritos arteros. El patio de mi casa, las flores y los hules, la cerámica de mi Tía Consuelo, el agua de sandía y los tequilas, el árbol de pirul, los gatos ahorcados, el padre nuestro que estás en los cielos, el averno de Dante, los trabajos de Dalí, la guitarra de mi hermano, el café de la Nestlé , el cáncer en los senos, los viajes astrales, el tercer ojo de Lobsang Rampa, el alma de todos nosotros, el culo de una rubia, las tripas de la res, el bisteack de caballo . El dinero infame, una patrulla incendiada, la mano que corrompe y la que salva al dar un vaso de agua, los poemas de Renato, la canción de Tabaré Etcheverry , la bendición del Papa, los viejos olvidados, los olvidados de Buñuel , la Rebelión de los colgados, la virgen de Fátima, y el indio arrodillado. Aquí de todo se halla; desde el cerro Tepozteco a la canción huasteca, desde Santa sangre, al Topo, del diablo a Dios. Aquí hay resentimientos y olvidos, odios enquistados, desde el tipo con diabetes, hasta las películas de Scorsese.

De todo ese alúd , él que más me interesa, es el de saberme intacto, y que a pesar de haber sido golpeado muchas veces, estoy intacto, sigo con mis mismas conductas, las mismas manías de hace treinta años, la rebeldía está en mi corazón, me emociono por las mismas tonadas, las guitarras americanas y españolas, siguen en mí, desde el gato a la chacarera, desde el flamenco a la rumba catalana, y no me he doblado aún, no he sucumbido, ni aún vencido, no me he doblado ni doblado. Sigo aquí, sacando cosas del baúl, limpiando fotos y archivos. A veces quisiera tener un cuchillo y enterrarlo en Hitler, en el hambre y la ignorancia. Pero estamos aquí, con el pelo canoso, los lentes sucios las ropas gastadas al igual que los zapatos , arrepentido de la especie, odiando al gringo y su muralla.


Material de archivo de Alfredo Arrieta Ortega.
México.
alfredoarrieta@terra.com.mx
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