sábado, 29 de agosto de 2009

A UN NIÑO QUE NACIO UN MIERCOLES Y MURIO UN VIERNES


A UN NIÑO QUE NACIO UN MIERCOLES Y MURIO EL VIERNES



Nacer el miércoles para morir el viernes, no significa que no haya deseado vivir más de la cuenta, pero dicen por ahí que de esto nadie escapa.
Este destino me marcó cuál hierro a la res, cuál tatuaje al marinero.
No me fue permitido habitar, coexistir en el mundo que indiferente me esperaba.
Que les puedo decir, hubiera querido reír- ya tenía boca., agitar los pulmones,- caro me resultó el aire-, o andar con los zapatos desabrochados, raspados y los pantalones desgarrados de las rodilleras a fuerza de jugar con mis tiritos.
De milagro me conocieron, aunque pase por las sorpresas de la vida como relámpago , se abrieron sus piernas, se dilató su vagina y acelerado broté nadando sobre los mares de la placenta.
Pero arribar al mundo en un suspiro sin cigüeña no quiere decir que no tuviera ganas de trepar sobre una espalda y corretear si el tiempo lo permitiera con otros loquitos.
Ni tampoco significa que mis deseos por hablar con ellos esten interrumpidos por la confusión de mi pequeña muerte.
Llegar, nacer y morir no fue precisamente negligencia de mi parte.


7 de enero de 1983.

Alfredo Arrieta Ortega.