sábado, 29 de agosto de 2009

EL CHOCOLATE



EL CHOCOLATE.


Cuántas veces nos encontramos pisando esas anchas o angostas calles, o esos lugares íntimos de la colonia, de esa colonia con olor a viejo, o ese olorcete que disgusta de antemano, cuando tú , estás acostumbrado a fragancias exóticas, a la moda actual, a vestir lo más refinado de Dior y degustar en restaurantes de lujo. Pero todo esto, no puede evitar que tus pasos te hayan encaminado a estos lugares. Deplorables.

Tú que puedes beber buenos rones antillamos, que asistes a cines de alto costo, que te coges a las mejores, que te comunicas por medio de las computadoras y sus códigos. Y te ensucias las manos con los diarios de la tarde . Sin embargo, estás condenado sanguíneamente a no salir de este lugar; recuerda que tus abuelos y padres nacieron aquí .

Por Amsterdam, platicando sus historias¡ ah¡ que viejos tan dados a las historias.. Aquí parece que todo está detenido, suspendido sin más ánimo que el fastidio, es otra dimensión.

Supones que tu colonia se convirtió en vieja silenciosa después del terrible movimiento de tierra. Pinche terremoto mató a mi vieja. Acabó con el bullicio de sus días, hasta los perros se les puede ver con su mirada triste . ´Pero tus deseos son otros, y recorres las calles sin temor, tratas de darles vida nuevamente. Atrás quedaron los pavimentos levantado, los gritos y lloros, eso ya es historia...

Llegaste a esa calle cuyo nombre recuerda al militar general Obregón, y entraste a esa casona sobria . Aún recuerdas que tu mano portaba la Panasonic, ese aparato siempre encendido, así lo acostumbras para darte seguridad, además la música era un sedante entre tanto terco callado.
Y entraste como te decía a esa casa, cuando ocurrió un hecho extraño; tu radio grabadora llevaba insertado el cassette de moda ..

En el instante que cruzabas el umbral, la música se transformaba en otra sumamente distinta, sonaba a añejo, pero tú no diste cuenta de tal suceso. El ambiente que se respiraba en ese lugar era tenso, raro . El mobiliario te recordaba alguna película de Pardavé o Gloria Marín. Una señora vestida con excelencia, deambulaba de una mesa a otra. Su cuello de jirafa lucía un enorme rubí, sus senos completos inspiraban confianza al más casto. Aquí parecías haber traspasado la barrera de los tiempos; de afuera hacia adentro, todo era reliquia, de adentro, tus ojos comtemplaban la modernidad de los edificios de vidrio y acero. No te importó, y te sentaste en una silla bordada, con estilos evidentemente franceses.
Una joven portadora de peinetas, sonrisa evocadora de aventuras, se detuvo frente a ti . La miraste, era una espléndida diva, salida de un videocassettte. ¿Desea algo?, fue su pregunta, tus manos mostraron un leve temblor, sus caras se encontraron sin preámbulo al igual que sus ojos; los tuyos de un verde cemento, los de ella de un café brilloso, oscuro. Sus facciones te hicieron recordar una antigua novia imaginaria; Isadora Duncan.
Sí señorita, dijiste en murmullo. Permítame un instante, respondió la mujer.
Calculabas que no tendría más de viente años.
Dicen, te referiste a ella, ¿ Que aquí sirven el mejor chocolate de México?, es verdad?. La joven mujer se limitó a sonreír, como si su sonrisa demostrara la verdad en su expresión.
Puede traer el chocolate de el estilo que usted guste. ¿ Cuál me recomienda?. La bella volvió a regalarte con una snrisa. Tu mirada estúpida la seguía, su cuerpo se deslizaba magistralmente esquivando las mesas de los demás. Otros , atrevidamente untaban sus ojos como adivinando sus líneas íntimas, su color de piel dentro de la pantaleta.
Afuera, la calle mostraba la clásica tranquilidad: Mérida, Jalapa, Córdoba, Guanajuato. El placer de la tarde romana, un niño con su globo, luciendo calcetines colorados. Una vejeta medio lisiada sacando a pasear al perro collie. Alguno vendía diarios; un grito te descontroló:
Murió Rita Hearwort¡

Pardeó la tarde y solicitaste la cuenta. ¿ Cuanto le debo?.
De regreso con un papel amarillo por el tiempo, te extendió su mano al mismo instante que te lanzaba una invitación con los ojos. Pagaste y saliste, la mirada de ella te supo seguir hasta que desapareciste.
Topaste con un estanquillo y solicitaste unos “ alas “, para ese momemto los faroles se anunciaban ya como luciérnagas de la noche.

Diste dos o tres vueltas por el sitio expendedor de chocolate, hasta que la viste salir envuelta en un grueso abrigo de lana. Caminó sin prisa como para deshacerse del rutinario momento. Su bolso se desplazaba como un péndulo. A la distancia, atrás de ella, para que no pudiera verte. Pensaste que supondría una persecución lenta. Pasaron otras tantas banquetas, un ford 49 también los seguía sin que ninguno de los dos se diera cuenta. En su interior, se ocultaba un hombre bajito sin rasura, usando sombrero de ala recortada y luciendo un sofisticado diamante en la solapa.
Ella llegó a un portón que protegía ese vetusto edificio. Sacó una llave alargada y la introdujo sin prisa. Tú , diste varios pasos rápidos con el propósito de que no se te escurriera pero ya no estaba.

Mayo 24 de 1987 .
Original de Alfredo Arrieta Ortega,.
México.
alfredoarrieta@terra.com.mx
gatodelperro2000@yahoo.com.mx