sábado, 29 de agosto de 2009

EL NIÑO SUSPENDIDO



EL NIÑO SUSPENDIDO.


Salvador Dalí

Este era un niño que presentaba a la simple vista un aspecto de nutrición bastante deficiente. Su cuerpo era como el de un cerdito. Usaba una especie de calzoncillo que se le sujetaba con unos pegoles, .
De sus pies se podía apreciar , destacaban esas formas de jamón. Usaba un zapato que en las épocas pasadas se le llamó bostoniano .
Lo ví , y me le acerqué como si lo conociera , pero la verdad que era la primera vez que mis ojos se encontraban con esta especie de lechón .
Llevaba también enredado en el cuello un collar de cuero del que emergían unas argollas de algún metal barato.
Una mujer, lo acicalaba , le lamía el pelo y tú te preguntabas si no le haría daño a su estómago . Ella despectiva te lanzaba miradas de odio.
Una vez acicalado, procedió a colocarle alrededor de las argollas unos lazos rojos , que tenían una extensión de miles y miles de metros. Cuando los colocó , infló globos multicolores , una pequeña bomba de helio , los volvía gordos ; igual que el niño porcino .
Después que había múltiples de ellos , el pequeño beluga , comenzó a elevarse hasta tomar una altura aproximada de mil quinietos kilómetros , no te lo digo en pies porque no sé como se miden los pies.

Y allá estaba , era un puntito , en la lejanía . Primero pensaste que era un cometa extraño , de esos que comprabas en los mercados . El gordo se balanceaba , por aquí, por allá . La mujer que a la larga descubriste era su mamá , le daba más y más carrrete a su cordel , su propósito era no verlo más .

Te pidió balancearlo de izquierda a derecha para que no se rompieran los hilos que hacían a su vez la función de un cordón umbilical. Después desapareció , en su mano llevaba un viejo libro sobre casos extraños imposibles de comprobar.

Como tú eres algo miope , procediste a colocarte esos anteojos baratos que nunca te han funcionado de la manera eficaz .
Escuchaste un sonido y al aguzar la mirada , veías cómo uno a uno los globos iban explotando . Cuando quedaba el último , el gordo milanesa , que quedó trabado , atorado en una pared monumental que quien sabe que albañiles lo hayan construido por su altura era la altura más sorprendente que ninguna mano humana haya podido lograr. La pared era tan elevada que por momentos parecía que daba vueltas de lo inclinada que se veía . Te preguntaste la mejor manera de poder bajar al porcino infante , y no encontrabas la manera.

Un hombre se te acercó y de su portafolios extrajo unas ventosas como las que tienen ciertos animales . Las colocaste en tus dos manos como si fueran guantes , después sacaste de su empaque las correspondientes a los pies , parecías el hombre rana . De esta forma iniciaste tu ascensión por la pared que por momentos te parecía que estabas escalando un vidrio . Dabas un paso y otro y otro . El gordo te pedía ayuda . Espérame nene , voy por ti . Lo que el niño jamón no sabía que lo único que te interesaba era el poder llegar a él y cuando no se diera cuenta , romperías su último globo , del cual dependía . Colocado en la oreja llevabas ese alfiler que seria por último el instrumento que lo quitaría de sufrir .

Pasaron más de cuarenta y cinco años , escalando la pared colosal , y no veías la posibilidad de llegar a él .
Una ave que pasaba se paró en tu hombro y te preguntó que para qué querías llegar a ese punto . Es que debo encontrar a ese gordo tonel de allá arriba . Al momento que le señalabas , perdiste el equilibrio y caiste a la deriva de los vientos . Pensaste que moririas , y de tantos años en ese viaje lo único que ocupaban tus pensamientos era que ya tenías una barba muy larga . Así de ir en el vacio , te topaste con una alcayata que alguien clavó y una de tus manos logró asirla .

Esa ocasión no moriste , porque tu destino era otro . Ya recuperado del susto , volviste a subir , esta vez con el firme propósito de no hacerle caso a otro pajarraco , que te hiciera preguntas . La subida por ratos se te hacía muy tediosa , te daba sueño y echabas una pestaña . Perdías la conciencia , después despertabas y volvías a tu trabajo , esa pared era más alta que el Cuzco , o que los mismos Himalayas, pero no debías ceder, sí te daba hambre procedías a engañar al estómago cantándole una canción , filosofabas sobre Platón , repetías poemas de Federico , hablabas de los Rosacruces , y hasta del monje Rasputín .

Pasaron más y más años hasta que el gordito estuvo a unos centimetros de tus manos . Le dijiste sobre el alfiler que usarías para que cayera al vacio . El niño obeso te miró y te dijo hazlo . Lo que veías a traves de sus lentes negros lo describes como una mirada de reto , no se espantaba de nada . Sacaste tu alfiler , rompiste el globo , el gordo salió disparado como cohete a propulsión.

Idiota te dijo una voz ; ese que va allá eres tú mismo , ahora alcanzalo , vé con él , pero a decir verdad ya no era posible , su velocidad era atómica, cruzó los más lejanos astros , las calles más apartadas de los suburbios de todos los sueños posibles , cruzó por los confines , de todos los firmamentos .

Original de Alfredo Arrieta Ortega.
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México.