sábado, 29 de agosto de 2009

AMARILLO


AMARILLO



Estoy nuevamente en medio de este espectro de luz. Es una luz del ambiente que no da para más. Aquí los seres apenas se pueden dibujar, sus cuerpos no deben tener color vivo, son de un amarillo ocre, parecido a esos personajes de Kirlosvsky .
Pero la verdad es que estoy metido en medio de un sueño, de la irrealidad de la nada.
Camino con mi padre y cruzo lo que es la Avenida Revolución, allá va el tren crema y verde que cruzaba en los años sesenta desde Tacubaya hasta San ángel . Pasa lento , esperamos que se vaya , el conductor es un tipo de barba blanca que mueve sus manos diestramente, nos mira y se voltea para otro lado.
Ahora descubrimos una nueva sorpresa. La calle de Claudio Arciniega ya no es una calle cerrada, ahora el gobierno debió ampliarla, porque está de otra manera . En la esquina había una casa abandonada. Ahora es una casa resplandeciente . Llegamos al número cinco y mi padre que está muerto desde el año 81 , abre con una llave que alguna vez tuvo . La casa también fue diseñada de otra manera . Está más reducida , siendo que la casa de mi abuela era muy grande . No hay cuartos vacíos . Ni rastro de lo que era . En una recámara hay un cementerio con dos o tres tumbas , ya le han puesto hasta sus lozas . En el interior de una de ellas está mi madre , y en las otras dos gentes que nunca conocí .
Allá están unas hermanas diferentes , sé que son mis hermanas porque mi padre lo dice , aunque él nunca negó a sus hijos era bastante quisquilloso a aceptar la paternidad así como así .
El sitio huele a flores . Una señoras desconocidas para mí , posiblemente amigas de mi abuela me dicen que ya no hay lugar para más . Aunque hasta ahora yo estoy vivo , mi única preocupación es saber en dónde me voy a dormir. No tengo casa en ningún lado . Mi papá se despide de mano de mí y se mete a su tumba .
Me quedó ahora en compañía de Fernando , salímos a la calle para buscar un sitio en dónde dormir , pero nadie nos ayuda .
Sin poder más me acuesto en un rincón de la calle , en una especie de covacha de vidrio que sirve a su vez como escaparate de una zapatería Canada .
Al estar dormido , llegan unos individuos y con un lápiz , dibujan un cuadro sobre mi pecho , después la máquina cortadora , filosa abre ese cuadro y quedo vacio . Otro hombre coloca dentro de mi hueco un niño también cuadrado, argullen que ese niño soy yo . Así que no tengo empacho en que se quede en mi interior .
Al despertar en ese sitio , caminamos hasta un edificio perdido de igual forma en los colores . Hay muchos menesterosos pidiendo un baño .
Estoy en una regadera de agua fría , tengo en las manos un jabón de lavar ropa y procedo a quitarme la mayor mugre posible . Me siento como en un campo de concentración nazi . Que frío , son casi las cinco treinta de la mañana , me despierta el gato….


Original de Alfredo Arrieta Ortega.
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México.