sábado, 29 de agosto de 2009

EL HOMBRE ATRAPADO


EL HOMBRE ATRAPADO

Por Alfredo Arrieta Ortega
21/05/2003



Estas despertando de ese sueño, en donde te agarraban a golpes unos sutanos, pero a ti no te importó porque al menos les pudiste enterrar un cuchillo que llevabas oculto. Uno de ellos te encaró y pidió tus pertenencias, lo miraste fijamente, ni siquiera te asustaba

esos perros que se dedican al delito son eso, unos pinches perros. Le entregaste poco a poco lo que llevabas, unas llaves de tu viejo ford, dos cajetillas de cigarros , tus lentes antiguos y doscientos pesos. Después de eso pensaste que lo mejor sería correr de ese sueño, así que procediste a buscar la puerta, y ahí estaba, una puerta , dos puertas, cien puertas,¡ cúal de todas sería la indicada?. Sin pensarlo mucho porque los sutanos ya se habían dado cuenta de tu fuga, procediste a abrir la más inmediata, aquella que se ostentaba con una perilla dorada y sin candados, esa debe ser, pensaste, aproximaste tu mano flaca y giraste, que asco, marranos tragando, ¡ puta que suerte¡, la otra debe ser; un sueño light, portazo, que te importa. Corriste por un pasillo negro que pensaste debía ser el camino a la salida, al túnel, a lo que dicen algunos es el fin de la vida, pero no fue así. Diste vuelta y descubriste otra de color entre gris y verde olivo, puerta segura decía un letrero, asomaste la nariz y ahí estabas, en esa ciudad en donde la gente parecía ir de un lado a otro con mucha prisa, vestían de trajes color gris todos ellos, los automóviles igual de rápidos, locos, pasaste por un puesto de periódicos y viste las portadas; crisis económicas, guerras por petróleo, fraudes en los gobiernos, hambre por todos lados el verdadero infierno. Detuviste a una mujer para decirle que se debía lavar la boca, pués sus dientes lucían amarillos, ella parecía perdida, como ida de sus pensamientos, después le dijiste a un señor si estaba educado, volvió su mirada de odio y te dijo: ¡ chinga tu madre , pinche guey ¡ , allá una niña daba vuelta a una llanta de bicicleta, otro acá se recostaba sobre unos vidrios y se deba vueltas y vueltas, para levantarse antes de que los semáforos se pusieran en verde, y unas manos dadivosas le daban un peso.


Original de Alfredo Arrieta Ortega.
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México.