sábado, 29 de agosto de 2009

EL PASO DEL CABALLO



EL PASO DEL CABALLO.




El paso del caballo no se escucha, ni siquiera las piedras toca. Va lento a veces y otras rápido, parece que escapa del rigor del desarrollo, huye del castigo de quién no le da avena.
Hace años estaba entre nosotros, se intuía que el jinete le hablaba con ternura cuando acercaba su mano y le daba un terrón de azúcar.
El podía ser árabe, tordillo, alazán o cualquier jamelgo, estaba a la disposición de su amo, quién le peinaba su crines, lo llevaba a dar la vuelta y le entregaba un nombre.
Por ejemplo le solía decir al flaco , furia o centella, lucero o siete leguas, o mil caminos. El era toda velocidad, su enérgicas extremidades podían desplazarse por todos los lugares, era capaz de retar cualquier viento, de recorrer distancias, de Ensenada a Rosarito, de Guanajuato a Tepehuanes, y solo pedía un roce de mano por el lomo.

Ahora su amo lo desplazó al olvido, su carne sirve para darle de comer a los tigres, su amo ahora se dedica a frotar con una grasa negra los neumáticos de su mustang II de fierros nuevos.

15 de abril de 2005.
Original de Alfredo Arrieta Ortega.
México.
Gatodelperro2000@yahoo.com.mx